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viernes, 19 de junio de 2015

Repasando mis ideales

 


     Estas semanas pasadas, después de 35 años de su asesinato, ha sido beatificado Monseñor Óscar Romero. He vuelto a repasar su figura, su tiempo, su entorno, a sus defensores y detractores y he vuelto a sacar mi cerebro a pensar.

     Cuando admiro la figura de Oscar Romero y defiendo el planteamiento de su opción por los pobres, lo hago con perfecto conocimiento de las luces y las sombras que este movimiento tiene. Pero desde hace años hacer cualquier mención de esta opción es mentarle "la bicha" a muchos miembros de la Iglesia, laicos y consagrados, que se quedaron en la interpretación marxista de este movimiento, sin ir mas allá y sin tratar de encauzarlo para ir mas allá.

     Si os pongo en antecedentes, lo cierto es que la Teología de la Liberación como tal surge en Alemania en 1917 de manos del teólogo alemán Walter Rauschembusch, con fuerte orientación marxista. Algo muy lógico porque estamos en el nacimiento de los movimientos obreros y el desarrollo de la revolución rusa. En Europa tras la Segunda Guerra Mundial y durante el Concilio Vaticano II la Iglesia Católica Holandesa, muy tradicional en principio, presento una serie de proposiciones reformistas que fueron rechazadas (se discutió el celibato, la infalibilidad del Papa entre otros muchos temas).

     Años después la nueva visión dio un salto a América Latina de manos de misioneros alemanes y españoles, siendo sus abanderados en Perú, Gustavo Gutiérrez, en Brasil, Clodovis y Leonardo Boff y en El Salvador, Jon Sobrino.

     En América Latina nos encontramos en el periodo de la Guerra Fría, en la que EEUU usaba a los países latinoamericanos de patio trasero de su lucha contra el comunismo, haciendo frente al enemigo en casa (juicio contra el matrimonio Rosenberg, acusados de espionaje a favor de Rusia y que fueron condenados a muerte) y al enemigo próximo como la Cuba de Fidel Castro. 

     Mientras EEUU, se dedicaba también a armar a los ejércitos latinoamericanos para su lucha contra el comunismo, lo que dio  alas a muchos generales de esos países que crearon en consonancia con las clases poderosas sus propios ejércitos de contrarrevoluciones y escuadrones de la  muerte, y así poco a poco las débiles democracias latinoamericanas (si es que había alguna) fueron cayendo una detrás de otra y en su lugar llegaron todo un grupo de dictaduras militares con el apoyo de EEUU, las alegría de las oligarquías locales y la bendición de muchos miembros de la Iglesia que veían con temor la llegada del comunismo.

     En este escenario comenzaron las duras represiones hacia cualquier movimiento que oliera lo mas minimamente a comunismo para que  los terratenientes locales se aprovecharan del río revuelto y expropiar tierras aumentando su poder y patrimonio. Pero esta represión no solo fue en el campo sino en las universidades y centros de trabajo, cualquier señal de peligro para el orden establecido suponía una desaparición, una fosa común o un vuelo de la muerte previa tortura para delatar simpatizantes y secuestro de hijos para darlos a miembros afines al régimen para su re-educación.

     En este ambiente enraiza la Teología de la Liberación que en su vertiente errónea justifica que incluso sacerdotes cogieran las armas y se volvieran guerrilleros, algo impensable en el Evangelio y en el mensaje de Jesús, pero todos somos humanos y caemos en el error sobre todo viendo la situación de desamparo, pobreza, injusticia y hambre que pasaban muchas comunidades. Se reinterpretó el mensaje de Jesús como el de un libertador político en vez de un libertador espiritual. Pero ¿que podíamos esperar si los mismos discípulos en su día pensaban en un Mesías político que los iba a liberar de las garras del Imperio Romano? Y es mas, aun así siguen los judíos esperando a su Mesías.

     Pero para que quede claro, vuelvo a repetir mi total repudio ante este planteamiento, aunque viendo la situación lo comprendo perfectamente. 

     En este marco en 1977 fue nombrado Arzobispo Metropolitano de San Salvador Oscar Ataulfo Romero y también en el mismo tiempo nos encontramos con el sacerdote Rutilio Grande, jesuita impulsor de las Comunidades Eclesiales de Base (CEB) que formaba a los lideres "Delegados de la Palabra". Estas comunidades tenían el beneplácito de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano e inspiradas en las doctrinas del Concilio Vaticano II. En su origen son grupos pequeños que se reunen para leer la Biblia, reflexionar y llevar adelante acciones caritativas y solidarias. Pero estos grupos estaban formados principalmente de campesinos lo que chocó frontalmente con los terratenientes que no tenían ningún interés en que estos campesinos empezaran a pensar por su cuenta sobre la existencia de igualdad y justicia social. También Rutilio desafió al gobierno denunciando la desaparición de compañeros sacerdotes y miembros de parroquias. Esta denuncia la plasmó en el llamado "Sermón de Apopa", algo que desencadenó que un mes mas tarde fuera asesinado por supuestos guerrilleros, aunque con el paso de los años su asesino, ya instalado en EEUU, reconoció debido a su sentimiento de culpabilidad que había sido enviado por el gobierno que en ese momento estaba en el poder en El Salvador.

     Aquí entra en escena Oscar Romero, recién nombrado Arzobispo, amigo de Rutilio que decide tras celebrar la misa de cuerpo presente, no asistir a ningún acto gubernamental ni a ninguna Junta con el Presidente  hasta que la muerte se investigara. Pese a su carácter tímido y talante conservador sus planteamientos dan un giro de 180°. Fue bien visto en un primer momento por el gobierno por este carácter conservador ya que pensaron que podría parar las actividades de compromiso con los mas pobres que se estaban desarrollando en la Archidiócesis, apoyados en el Concilio y en la Conferencia de Medellín como os había comentado antes. Pero un error de calculo con el asesinato de Rutilio hace que las entrañas de Romero se revuelvan. Aumenta la represión y Oscar está cada vez mas comprometido siendo la voz de los sin voz en El Salvador. Apoyó la defensa de los humildes, rechazó la violencia y propagó el amor a la justicia. 

     Su beatificación estuvo años bajo sospecha y sin interés de que llegara a buen termino porque lo consideraban "mártir político",  que eso mismo pensaban los romanos y judíos de la época de Jesús, un agitador de masas.

     Esta la visión que tengo de la Teología de la Liberación en su versión de opción por los pobres y que defiendo, la de la denuncia de la injusticia, pero sin violencia, la de los curas "arremangados" que además de su acción pastoral que es su primera labor, ayuden, acompañen, aconsejen a sus comunidades no solo de forma espiritual, sino en su formación humana. Porque igual que Jesús dio de comer en el del Sermón de la Montaña, un pueblo asesinado, violado, con miedo, oprimido y sin dignidad no puede oír sermones y creo que decirle "ay hijo, esa es la cruz que te ha tocado, llevalá con dignidad" a un padre o una madre que ve como sus hijos mueren de hambre o son asesinados, no me los veo como muy motivados para ganarse el Reino de los Cielos. Hay que dignificar al alma y el cuerpo, porque son un todo en conjunto al que hay que curar de los males del mundo.

     Y eso si, recomiendo a todas aquellas personas que hayan oído campanas y no sepan de donde, que entren en internet y lean lo bueno y lo malo de muchas de las cosas que nos rodean, de política, de religión, de sociedad, porque ni los buenos son tan santos ni los malos son tan peligrosos, sería mejor ya que somos adultos, leer y discernir no quedarnos en los títulos y en la superficie. Así es como maduramos, sino seremos siempre unos niños dependientes de las opiniones de otros.

N.E: Este artículo va de dedicado a Lucia, por su curiosidad de niña.


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