Así empezamos todos los días cuando nos levantamos, dando gracias por un nuevo día, pero algo que no solo debemos hacer al despertarnos, sino también al acostarnos, puesto que la vida es igual de maravillosa en su amanecer como en el momento de finalizar el día, donde podemos hacer un repaso de nuestras horas diurnas para recordar que cada segundo que respiramos es un pasito mas en nuestro camino. Junto con el agradecimiento, debemos reflexionar sobre todas las cosas buenas y menos buenas que pasan a nuestro lado y de todas ellas sacar una enseñanza para seguir nuestro camino que unas veces va por unos derroteros y otras por otros, algo que no es malo siempre que se tengan un buen puerto al que llegar en donde construyamos nuestra vida con unos buenos pilares.
Los pilares siempre han de ser robustos
pero, luego reflexionando, me he acordado de que la rigidez hace que en los casos
de terremotos los edificios más seguros sean los flexibles, los que son capaces
de sufrir las embestidas y que volverán a su posición con menos daños,
los rígidos e inamovibles al final caerán por daños en su estructura o quedaran
tan mal que ya no serán habitables.
Siempre dirán que los principios son
inamovibles y que hay un poso en nuestro criterio personal sobre el que debemos
fundamentar nuestro crecimiento interior y eso es cierto, pero lo que creo que
nunca debemos, pese a tener esos principios, volvernos rígidos, secos e inamovibles
como rocas, debemos ser juncos para estar dispuestos a recibir, aprender y no
quebrarnos, dejando pasar el huracán.
Hay que estar dispuestos a dialogar, oír
distintas opiniones aunque sean de lo más dispar e incluso puedan romper
nuestros esquemas o remover nuestras raíces. No nos podemos quedar con el
título de la noticia o de las noticias sin ver más allá, no podemos quedarnos
en la superficie de nada ni de nadie; todo tiene sus luces y sus sombras, pocas
cosas son negras o blancas y hasta de lo más negativo podemos encontrar luz,
pero si nos encorsetamos en la rigidez acabaremos agrietándonos y seremos
jóvenes de cuerpo pero sin alma ya que le negamos el pan y la sal a nuestros
propios hermanos y si eso hacemos con nuestros hermanos qué no haremos con
nuestro prójimo más lejano.
Siempre hay que dar oportunidad a las
personas al igual que perdonar setenta veces siete, pero también es bueno dejar
paso en el camino a aquellas personas que no llevan el mismo ritmo, recoger
velas, cambiar de rumbo o retirarse a los cuarteles de invierno, como digo yo.
No soy amiga de discusiones ni de convencer a nadie para que se adapte a mi
flexibilidad, pero tampoco voy a volverme rígida por no tener pensamiento
propio, para luego quebrarme.
Por eso la ventaja de tener amigos, algo
por lo que doy también siempre gracias cuando me levanto y me acuesto, es que a
ellos hay que darles pocas explicaciones cuando me doblo como un junco, porque
ellos saben de mi buen criterio, y para aquellos que no son amigos sobran las
explicaciones, porque si son rígidos ya vendrá su huracán que los quiebre. Cada
uno tiene su ruta, sus vientos y sus puertos.
Estas dos últimas semanas he recibido dos
mensajes que han vuelto a remover mis raíces; uno el empeño en que me
clasifiquen dentro de un grupo y por eso tenga que tener una forma de
pensamiento monolítica y monocorde, y el otro que el Creador es el que decidirá
de una forma u otra mi destino y siempre he opinado que ambos mensajes están
muy alejados de mi realidad. Para mí el ser católica implica conocer muchas
realidades y pese a ser de lo más dispar, saber discernir y sacar lo bueno
hasta de lo más extraño que nos rodee, aunque tenga un mensaje contradictorio:
ver, oír, aprender. Y en cuanto a que el Creador decidirá de una forma u otra
mi destino, pues creo que tampoco, Él como buen padre, como el mejor, sabe de
nuestro origen y de nuestro destino pero como todos los padres solo estará ahí
para ayudarnos en nuestra marcha cuando tengamos necesidad, porque el camino lo
hemos de hacer a nuestro libre albedrío, con sus luces, sus sombras, sus
piedras y sus huracanes y la única manera de aprender es mirando a nuestro
alrededor sin miedo a contaminarnos, puesto que somos adultos y debemos distinguir
entre el bien y el mal pero no huyendo, si no enfrentándonos a la realidad.
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