Esta
semana la noticia que más me ha impactado ha sido el suicidio de la adolescente
en Usera por acoso escolar. Cada día están saliendo más casos en nuestras
noticias sobre esta problemática en nuestros centros educativos, lo lamentable
es que salen a la luz cuando ya se ha producido una muerte violenta de alumnos
que se suicidan por no poder soportar la presión, lo que demuestra que esto es
sólo la punta del iceberg de algo que está sucediendo en nuestra sociedad y en
las familias mucho más profundo y arraigado de lo que pensamos, porque para que
se llegue a esa necesidad de quitarse la vida hay por delante toda una serie de
malos momentos que desencadenan tal desesperación y falta de respuesta que la
única salida que se encuentra por parte del acosado es irse de este mundo donde
no encuentra su sitio.
La
situación es complicada, porque aunque existan unos protocolos, la mayor parte
de los padres no saben cómo actuar, al igual que los centros e incluso las
delegaciones de educación y si actúan unos y otros muchas veces ya es demasiado
tarde y el daño es muy profundo en la persona acosada. Estamos hablando de
niños acosados desde muy temprana edad, en la que no tienen mecanismos de defensa para esas
problemática y padres que piensan que eso no les va a pasar a hijos suyos y
cuando se encuentran con esa realidad están con las manos atadas por falta de
formación y desconocimiento, pero hay que buscar entre todos una solución a un
problema que está a punto de irse de nuestras mano.
No
podemos caer en el simplismo de pensar que siempre va a ser casos que se den en
centros de zonas conflictivas, en niños de familias desestructuradas y que los
acosadores vengan también de los mismos ambientes familiares. Se da en
cualquier centro escolar, con padres de cualquier nivel educativo y económico y
tanto acosados como acosadores pueden venir de cualquier tipo de familia,
aparentemente adaptadas a la convivencia social. Y tampoco podemos pensar que
siempre los niños que acosan son niños con problemas psicológicos a priori que
les incapacite para distinguir entre el bien y el mal.
Aquí
debemos ir más allá de esa explicación basada solo en el entorno familiar o del
barrio, hay que ir más bien a la educación en general y al modelo de sociedad
en el que estamos todos incluidos.
Una
de las cosas que sabemos, es que con los recortes educativos que llevamos
sufriendo hace años, los centros están saturados no solo de niños con una ratio
que a veces no se cumple, si de
problemas para lo que no están preparados los profesores y éstos no reciben
ayuda por parte de las delegaciones de educación a nivel psicológico para
enfrentarse a esos problema.
Pero
todo empieza antes, cuando en el sistema universitario español una de las
carreras que se considera “maruja” es precisamente la de Magisterio, cuando
debería de considerarse la primera y principal carrera del sistema de formación
para las futuras generaciones, porque si
no hay buenos profesores motivados, no habrá buenos profesionales
motivados el día de mañana. Un buen médico puede surgir no solo cuando acaba la
carrera de Medicina, puede surgir el día que entró en su colegio y tuvo buenos
orientadores y formadores que le encauzaron en el camino que le llevo a ser un
profesional en la carrera que ha elegido. Al igual que un buen profesional
surge de una familia que está verdaderamente implicada en la formación
académica de su hijo pese a todas las dificultades que eso conlleva y no piensa
que el colegio es un mero cesto donde su hijo está incluido unas horas para que
los padres trabajen o hagan lo que quieran y que además por ley es obligatorio
hasta los 16 años. Si ya es bastante complicado motivar a los adultos tal como
están las cosas, pedir que esos mismos adultos motiven y den a valorar la
enseñanza que sus hijos reciben casi es pedir un milagro. Pero tampoco se han
puesto las bases para que esta motivación y valoración se de.
Yo
ya no sé cuantos planes de estudio y cambios en el sistema llevamos y a cada
cual peor, no hay nada más frustrante que el cambio habitual dentro de un mismo
sistema. Para empezar la educación escolar debería de ser algo consensuado
entre todos los partidos y para un largo plazo de tiempo a nivel nacional, y no
que según el partido político que gane unas elecciones así será el modelo porque
no hay quien se aclare y según en la zona que se viva del país se tienen las
asignaturas con uno u otro contenido.
Luego
es vital la formación para los padres y profesores, más que para los niños
porque el centro escolar no es para
educar, para educar son las familias y el foco del problema está dentro de las
familias y es transportado a los centros escolares.
Existe un protocolo en los centros para estos casos, pero personalmente creo que es lento y además los alumnos muchos saben antes lo que está ocurriendo pero por miedo a ser acusados de chivatos o por la presión de los acosadores no suelen hablar del tema si no es entre ellos y hay que romper ese círculo vicioso con una política de formación para que los alumnos comprendan primero que es una situación que por no hablar pueden sufrirla ellos en otro momento y segundo que no son chivatos, y es fundamental reforzar la empatía y la solidaridad del grupo frente a los acosadores que normalmente son una minoría en clase pero protegida por el silencio y el miedo. El centro sabe perfectamente cuales son los alumnos conflictivos y su problemática familiar si la tienen y hay que hacer un seguimiento mucho más estrecho, no es cuestión de demonizar pero tampoco de mirar para otro lado y si ellos no pueden por falta de personal o formación hay que hacer casi lo imposible para que las delegaciones de educación se impliquen realmente en el problema. Y sobre todo, hay que dejar de oír la famosa frase “son cosas de niños” porque por muy niños que sean las consecuencias son de adulto.
N.A:Con mis mejores deseos este artículo se lo dedicó a Rosa Ayuso López.