Un recuerdo que tengo de cuando era pequeña y que todavía me encuentro en las puertas de las casas cuando realizo las visitas por mi trabajo, aunque es verdad que cada vez menos, es la imagen del Sagrado Corazón de Jesús en las puertas. Es cierto que cada vez menos, porque debido al cambio de los tiempos, muchas personas han cambiado las puertas de sus casas, y ya son blindadas y por la falta de respeto de los vecinos, esas placas han ido desapareciendo o se han puesto en el interior de los domicilios.
Esa misma tradición la hemos compartido con los sefardíes españoles durante muchos años, ellos en las puertas de sus casas ponen la “Mezuzah”, se trata de una cajita de madera o metal, como la de la foto, que en su interior tiene una serie de oraciones del Deuteronomio 6, 4-9 y 11, 13-21, escrito sobre un “klaf” o lámina de cuero labrado de animal Kasher. En su interior se escriben las letras SH-D-I (Shadai), uno de los nombres de Di-s de Israel, al que se le da el siguiente significado: SHOMER (cuida) DLATOT (puertas) ISRAEL (de los Israelitas). Todo ello se coloca en el dintel de la puerta de entrada de los hogares y locales sefardíes, del lado derecho e inclinada oblicuamente sobre la jamba derecha de la puerta. Significa la presencia de Di-s santificando la casa. La “Mezuzah”, no es en si la cajita, si no el pergamino que está en su interior y que en ellos se encuentran los textos que hemos señalado
Como veis, volvemos a encontrar similitudes muy próximas entre las costumbres sefardíes (y por ampliación del resto de los judíos del mundo, obviamente, pero me gusta usar la palabra sefardí por la proximidad a nuestra cultura) y las costumbres posteriores españolas-cristianas.
Yo os animo a que las leáis e interioricéis estas palabras, porque son palabras del Deuteronomio muy bonitas.
“Escucha Israel. El Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Se las repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje así acostado como levantado; las atarás a tu mano como una señal y serán como una insignia entre tus ojos; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas”
Es costumbre, cuando se cruza el umbral de las puertas, tocarla con los dedos y besarla, recitando “Guarde el Señor mi entrada y mi salida, desde ahora y para siempre”(Sal. 121, 8).
Os recomiendo que leáis un poco mas de esta tradición en los estudios realizados por Dña. Virginia Rodríguez López (Licenciada en Historia del Arte) y presentados en su ponencia “La Mezuzá: Tradición y Ritual”.
Como veis el ser humano comparte muchos rituales de protección en común y el hecho de que dos comunidades hayan compartido espacios muy próximos en el tiempo y en el espacio durante siglos en España, hace que haya habido un trasvase de tradiciones y costumbres que ha llegado hasta nuestros días aunque para unos y para otros haya podido desaparecer o diluirse el significado que tuvieron en tiempos pasados. Aquí no podemos decir que si fue antes la Mezuzá o el Sagrado Corazón, porque a diferencia de que fue antes si el huevo o la gallina, está claro que la tradición de la Mezuzá fue anterior a la existencia de las placas del Sagrado Corazón, pero vemos como con el paso del tiempo aquellas casas de safardies conversos adoptaron la costumbre de quitar o disimular la Mezuzá con una cruz para que quedara clara su conversión y no hubiera dudas, pese a que todos sabemos que muchos mantuvieron sus ritos y costumbres judías en el interior de sus casas. Pero sabemos que cara hacia sus vecinos era importante para su tranquilidad y protección que todo su entorno supiera de su conversión. Y a colación de esto os cuento otro detalle que averigüé hace tiempo sobre ese interés en que los vecinos supieran que eran nuevos cristianos.
Una costumbre que arraigó entre ellos fue cuando se hacía la matanza del cerdo, se invitaba a los vecinos o se les regalaba algo de la matanza, para que quedara claro que ellos ya comían cerdo, algo que en la tradición culinaria sefardí era impensable, era una manera de congraciarse con los vecinos y dejar lo más claro posible que su conversión había sido auténtica. Tradición que también se ha mantenido, convirtiéndose antiguamente en los pueblos el tema de la matanza del cerdo en una cuestión en la que estaba implicada una buena parte del vecindario tomándolo como un día de fiesta en la que se contaba con vecinos y amigos para que echaran una mano y en la que culminaba con una jornada de convivencia.
Independientemente de si la conversión era real o ficticia, vemos de nuevo y trato de buscar sin forzar, una relación entre las costumbres de ambos pueblos que han ido colándose en nuestra forma de vida cristiana y que vienen de las costumbres y formas de vida de un pueblo que está íntimamente ligado a nuestra historia, pese a que nosotros mismos muchas veces renegamos de esas costumbres por miedo a que nos tachen de “antiguos o carcas”. Todavía vemos a personas mayores que tienen la costumbre de santiguarse cuando salen a la calle, pidiendo protección para su jornada diaria. Algo que como ya habéis leído hacia el sefarí al salir y entrar en su hogar cuando tocaba con los dedos la Mezuzá. Costumbre que también teníamos en las Iglesias con el agua bendita que estaba en las pilas, algo que con el paso del tiempo hemos perdido y que yo personalmente añoro, no por el significado supersticioso, si no porque vamos perdiendo tradiciones poco a poco y como he hablado en otros artículos, vamos acogiendo otras que no tienen nada que ver con nuestra cultura, que no son malas en sí mismas, pero que en sí, por acoger unas, perdemos las nuestras; pues no le veo yo color al tema de asumir lo de otras culturas por el hecho de parecer mas “guays”, como dirían ahora.
Si nos movemos un poquito más allá en el tema, recuerdo que cuando compramos nuestra casa y entramos a vivir en ella, los amigos nos regalaron aceite y sal, creo que era, como símbolo del nuevo hogar, aunque nuestra intención fue bendecirla, pero me temo que los párrocos de la zona donde vivimos nunca estuvieron por la labor de realizar esas tareas. Pero la tradición siempre ha sido esa, bendecir el nuevo hogar, ya sea por un sacerdote con una serie de oraciones y agua bendita, ya sea por los propios miembros de la familia. Esa misma tradición existe en otras comunidades y en la sefardí no podía ser menos.
Bendición de una casa sefardí:
· Al mudarse a una nueva casa, las familias judías tienen que colocar la mezuza como hemos dicho “mezuzá” (un pergamino grabado con frases en hebreo del Torá)en la jamba de entrada de la casa.
· Cuando el mezuzá esté instalado, recita la siguiente plegaria “Bendito seas, Ado-nai Di-s nuestro, rey del universo que nos santificó con sus preceptos y nos ordenó colocar la mezuzá”.
· También se cree que el jueves es el mejor día para mudarse a una nueva casa, que el pan y la sal deben ser los primeros objetos en entrar a la casa (y como habéis visto, aquí también existe la tradición, pero con aceite y sal) y que poco tiempo después de la mudanza se debe organizar una “Janukat Habait” o fiesta de bienvenida, en la cual los amigos y la familia se reúnen y se recitan palabras del Torá (que en nuestro caso también se realizó, puesto que hicimos la cena bienvenida entre los amigos que nos habían ayudado a instalarnos)
· Durante la fiesta de bienvenida, es una tradición comer la primera fruta de la nueva estación mientras se recita la plegaria del “shehecheyanu” de la siguiente manera: “Bendito seas, Ado-nai Di-s, rey del universo, por mantenernos con vida y preservarnos y permitirnos vivir este día”.
Seguro que si hacéis memoria, algunas de las cosas que os he contado, también las habéis vivido, realizado o visto a lo largo de vuestra vida. Posiblemente es discutible la relación que he querido dar entre todos los hechos, pero teniendo en cuenta que una cultura, costumbre y religión está íntimamente ligada con la otra, ya os dejo a vosotros que saquéis las conclusiones que más gusten.
SHABBAT SHALOM
Mara Herrera
N.T: como veréis varias veces, suelo escribir Di-s, o aparecerá escrito otras veces D-os, es la costumbre sefardí de no escribir el nombre del Creador, como forma de respeto, y se le suelen por eso dar otros nombres, como Adonay, Yavhe, Elohim….siguiendo el mandamiento de “No dirás el nombre de Di-s en vano” Y como me encantan las tradiciones, suelo ejercerlas siempre que puedo.